miércoles, 28 de abril de 2010
'Bon Jour' tristeza, Luis Rueda
Michel Gondry es un cineasta radicalmente iconoclasta, de una imaginería conformada a partir de una desvergonzada simbiosis entre el pop de origen catódico y cierta tradición de las viejas vanguardias parisinas. En su carrera como realizador de videoclips en la década de 1990, Gondry, consiguió plasmar un particular universo que transitaba entre la pesadilla intelectualizada (de una romántica estereotipación freudiana) y cierta traslación de estos retazos oníricos hacia el territorio de lo chic y una escenografía infantilizada. Pero esa carga de transgresión artística que plasmaban sus trabajos como realizador de videoclips quedó algo estancanda cuando dio el salto defenitivo al cine; en el nuevo medio, el realizador, trabajó de una manera más determinante su discurso, su lenguaje cinematográfico, y constriñó un tanto su inventiva desbordante. Human Nature y Olvídate de mí son trabajos de inegable interés formal y enorme frescura, pero menguados en la artificiosidad de sus guiones.
Con La ciencia del sueño, el realizador francés separa su carrera de la del guionista Charlie Kaufman, un escritor que ha aportado una clarividencia capital para el nuevo lenguaje cinematográfico adaptando sus historias a la capacidad cognitiva de un espectador inconstante, pero que sin embargo, de un tiempo a esta parte, se ha vuelto excesivamente previsible. Para La ciencia del sueño, Gondry ha trabajado su propio guión y con ello ha recuperado parte de la frescura pretérita desde que se encargara de los clips de la cantante islandesa Björk.
La cinta plantea a través de un joven inmigrante (Gael García Bernal), que vive a camino entre el mundo de los sueños y la cruda realidad, una sucesión de situaciones cómicas, de calado grotesco, que reflexionan acerca del síndrome de Peter Pan desde un punto de vista viciado de infantilidad. Hay una renuncia explícita a la confrontación entre ficción y realidad (como se da en el ejemplar melodrama Descubriendo Nunca Jamás (2004) de Marc Foster y un loable intento de construir la realidad desde los mimbres iconográficos que generan los sueños. Al adoptar este punto de vista, el filme muestra un hilvanado caprichoso de ideas tan propias de los adultos como la responsabilidad laboral o la fidelidad amorosa, y estos conceptos, a su vez, derivan hacia mastodónticos disparates visuales en los que, ¡y aquí esta el acierto!, todos podemos reconocernos.
La ciencia del sueño es uno de esos filmes que cosquillea en la retina del espectador en parte gracias a su circense trama, despojada de toda carga moral o moralizante, la nula intención de codificar a partir de una capacidad analítica adulta es uno de sus grandes aciertos. La fantasía es el anhelo fílmico que Gondry especia de rotundidad y por ello La ciencia del sueño debe ser una exageración, una caricatura de la que no deseamos huir.
El amor inocente (casto) y el inconformismo infantil son plasmados en la gran pantalla con elementos tan básicos que formarían parte de la mesa de trabajo de un niño metido a tareas plásticas (celofán, papel cebolla, peluches, algodón) y ese material es conjugado con voluntad transgresora. El último fin de Gondry es plasmar los terrores adultos codificados a través de la inocencia de un niño, por su magia, frescura y adversión al matiz. La tarea visual que construye (manofactura) Gondry eleva a este inclasificable filme a la categoría de un collage vivant que sustituye elmentos como la tierra o el agua, por los del cartón y la lana, mucho más limpios, menos complejos y más adecuados para conformar visualmente la capacidad metafórica de un niño. La técnica del director para ilustrar los deseos y los miedos transita entre la alucinada mirada de Tim Pope (responsable de los videos de The Cure) y la prodigiosa transparencia del animador checo Karel Zeman. Cabe también destacar una presencia determinante para dar coherencia a esta historia como la de Gael García Bernal, en un rol más propio de Johnnie Deep, por aquello del slapstick beodo, que de sus conocidos trabajos para cierto material que le encasilla como rostro omnipresente en filmes-denuncia o bien de enorme transfondo social o político (véase sus trabajos junto a González Iñarritu y Walter Sales).
La ciencia del sueño es, pues, uno de esos filmes que cosquillean en la retina del espectador en parte gracias a su circense trama despojada de toda carga moral o moralizante, la nula intención de codificar a partir de una capacidad analítica adulta es uno de sus grandes aciertos. El desternillante sentido del humor de la cinta transita entre la plasmación de la abúlia adulta y la añoranza de aquellos universos mágicos que un día dejámos marchar. Para que este trasfondo se haga efectivo, coherente, la tristeza y la desesperanza nos llega reducida a algo elemental: un sentimiento pasajero como es la rabieta arbitraria de un menor. La fantasía es el anhelo fílmico que Gondry especia de rotundidad y por ello La ciencia del sueño debe ser una exageración, una caricatura de la que no deseamos huir. Ese sentimiento es mostrado de una manera sobresaliente en las escenas en que el personaje interpretado por Gael García Bernal se despierta para ir a trabajar; es un individuo que se niega a dejar de soñar, como nosotros cuando aprovechamos al límite esos ridículos cinco minutos de más que nos permiten despedirnos sin sobresalto de nuestros palacios oníricos.
La paradoja que nos propone esta auténtica pieza de juguetería es la de construir un relato improbable con el material de los cuentos. Michel Gondry consigue que su logro más estimable sea atrapar (filmar) una poesía tan exquisita desde una postulado tan dadaísta, y que el conjunto sea una delicia tan henchida de dulzura.
Artículo publicado en http://www.judexfanzine.net/
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